martes, 29 de septiembre de 2009

El pulverizador



Andrés me contó que descubrió que tiene un enorme y extraño poder. Mira las nubes y las pulveriza. Así de fácil. Sólo las tiene que mirar un minuto y las nubes se desprenden en miles de minúsculas partículas y desaparecen.

Dijo que había descubierto esto ayer, en casa, tomando mate y leyendo alguno de esos libracos que suele llevar encima.

Cuando él miraba la ventana con la nube, la nube se abría lentamente y se esfumaba. Y el sol volvía a entrar en el living como si nada.

Fue un rato así. La pobre nube gorda que aparecía tapando el sol, sólo tenía un minuto de vida cuando él la miraba. Pedía piedad, pero Andrés la pulverizaba con toda la furia, o con toda la ternura que también puede acarrear la muerte en el aire.

¡Es que hacía tanto frío ayer en la ciudad para que se les ocurra aparecer a las nubes! Por suerte el pulverizador andaba suelto por el mundo, para espanto de las pobres ovejas volantes...


(Con razón en la playa con Andrés siempre había sol...)

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